El efecto interrail

Para los que no lo sabéis, en verano del 2006 mis amigos (Sandro, Manolo, José Miguel, Java, Piru) y yo hicimos un viaje por Europa. Durante 26 días recorrimos siete países cargados con una de esas típicas mochilas de caminante, alargadas, grandes, con el saco de dormir y la esterilla.

En ese mes mis amigos lo fueron todo; el móvil apenas lo usábamos, internet no nos comunicaba con nuestros familiares, la exigencia del viaje nos hacía parar poco y a veces, como cuando dormimos una noche en Montreux en la calle, ni siquiera teníamos la oportunidad de comunicarnos con otras personas.

Por supuesto, en aquellos días se sucedían las peleas, las discusiones, las riñas y las ideas contrapuestas por decisiones que en un viaje de tal magnitud debíamos afrontar, como dar prioridad a comer o a dormir, etc. Cierto es que algunas noches, el alcohol y el encanto las ciudades nos hicieron tomar decisiones a la ligera, como cuando al volver de pasar una noche increíble en Budapest no tuvimos más remedio que espetarle al recepcionista del albergue un: “another night”.

A lo largo de 26 días esos cinco tíos eran todo lo importante para mí (además de la cartera y el billete de Interrail), no existía nada lejos de esos cinco que yo necesitara y la mayor parte del día me la pasaba contando para ver si estaban todos, girándome en busca del mochilero perdido si en lugar de cinco habían cuatro.

Todo acabó un 6 de agosto. Después de llegar a Valencia desde Berlín nos quedaba tomar el último tren de ese viaje, el que nos llevaría a tierras Alicantinas. Una vez en la estación nos hicimos también la foto de despedida, nosotros y nuestras compañeras de viaje, aquellas mochilas que nos hacían llevar nuestra casa a cuestas, como caracoles.

Allí mismo nos separamos, nos despedimos de aquel mes inolvidable y nos montamos en los coches de camino a Torrevieja. Cuando dejaba la mochila en el maletero del padre del Piru hice la última cuenta, como si hiciera falta. Era la primera vez en 26 días que éramos tres, pero en aquel coche de vuelta a mi casa sentí que había perdido algo, como cuando sales de casa pensando que te has dejado el fuego encendido o no has cogido el carnet de conducir. Sentía un vacío enorme sólo por el hecho de que mis amigos viajaban en el coche de delante. Costó pensar que volvía a estar solo.
Posted on 4:46 by Rafa Banana and filed under , | 0 Comments »