Dos revolucionarios

Justo antes de empezar el curso, cuando apenas estaba escudriñando lo que sería mi matrícula, pregunté a Ángel sobre algunas asignaturas de cuarto que no había cursado. Cuando la conversación nos llevó a “Teoría e historia del periodismo” él me comentó que le gustaba como daba clase Miguel Ors, que el único pero sería la cantidad de trabajo. Aún así, me atreví con ella.

Me salté un par de clases antes de atreverme a entrar a la primera de ellas (a la que entré tarde). Encontré a un señor explicando brevemente la segunda guerra mundial y qué pasaba con España en ese momento mientras entrelazaba el magisterio con una participación de la clase sobre grandes “tontos” de la patria.

Los miércoles, durante la primera hora de su clase invita a los alumnos a comentar algún artículo en el periódico que le haya podido llamar la atención, algún libro, alguna película… Un compañero estaba leyendo un libro sobre el PSOE en la guerra civil, que llevó al profesor a citar a alguien a quien no nombró. La cita en cuestión era: “En España, la revolución es el respeto”.

Eso me hizo pensar en nuestra idiosincrasia. En que atacamos a cualquiera que no piensa lo mismo que nosotros o despreciamos su opinión, lo insultamos, lo despreciamos o lo tratamos como a un loco. La gente eleva la voz cuando discute sobre “Gran hermano” y hay algunos que hasta se apuñalan según sea su equipo de fútbol.

Vi un poco de luz en nuestra pequeña “revolución” si conseguíamos, al menos, concienciar a la gente de que lo normal es disentir, que es una locura discutir sobre la excelencia de la anchoa, que había esperanza para dos revolucionarios.
Posted on 10:45 by Rafa Banana and filed under | 1 Comments »

Es pueblo para viejos

Me acuerdo cuando tenía 16 años y trabajaba en el bar. Salía a la una y media de la noche, me duchaba y bajaba yo solo a los pubs a encontrarme con mis amigos que ya llevaban el rodaje hecho. Eran tiempos de ir al “Cinco lobitos” a tomar cocteleras sin ninguna mesura. Nos gustaba ese efecto de levantarnos del sitio y notar como súbitamente nuestro equilibrio se quedaba en la mesa.

El viernes bajé “al cinco” otra vez y el estado desértico de los pubs me hizo pensar en todas esas afirmaciones que hacemos acerca de Torrevieja, sobre que es una “ciudad” hecha para viejos, para jubilados que vienen a pasar aquí sus últimos días aprovechando el buen tiempo. Infraestructuras pensadas para el disfrute de señoras mayores que van a misa y el día de la Virgen del Carmen bajan al puerto a cantarle la salve marinera.

Pero salgo el sábado y nos apalancamos en el muro (el “botellódromo” de Torrevieja) el Pina, su primo y Guilla, dos del 85 y otros tantos nacidos en el 90. Aquello es un desfile de chavales y chavalas de 19 años el que más, si eso y la zona se llena de la algazara de los presentes. Yo no sé el Pina, pero me sentí algo mayor, cosa que, por otro lado, no es nada extraña en mí.

Vale, puede que aquella fuera zona juvenil y que el Pina y yo sólo desplazábamos descaradamente la media de edad hacia el cuarto de siglo, pero habría que ir al puerto y ver como todos esos bares para gente de “nuestra” edad están vacíos, porque la gente de 25 ya apenas sale, porque se está muy a gusto en casa rascándose la huevera.

Y sí, este es un pueblo para viejos, exactamente el que vosotros habéis hecho, lo que estáis haciendo de él.
Posted on 11:02 by Rafa Banana and filed under | 4 Comments »